Debo confesar que últimamente, tanto en series como en películas como en libros, cuando leo en la sinopsis que un menor desaparece, resoplo. Es una trama que, por lo que sea, ya me parece cansina. No obstante, siempre acabo dándoles una oportunidad y, ¡gracias a Dios, Satán o la deidad de turno!, a veces te encuentras verdaderas joyas.

Y, para mí, este es el caso de El llanto del cuco de Iván Ledesma (Barcelona, 1977); editada dentro de la colección Stoker de la editorial Dolmen.

Estructurada en capítulos cortos que empiezan con el nombre de algún personaje, Ledesma maneja a la perfección el arte del cliffhanger para hacerte seguir leyendo sin parar.

LO QUE FALTABA

Si los divorcios ya suelen ser delicados, cuando hay hijos de por medio, la cosa se complica. Si, además, uno de los cónyuges rehace (más o menos) rápido su vida, la guerra puede considerarse servida. Si, encima, la otra parte de la (ex)pareja tiene que lidiar con su salud mental mientras vuelve a convivir con su madre, el caos asoma. Y si, un buen día, el retoño desaparece sin dejar el menor rastro…, se desata el infierno.

Y eso es, principalmente y grosso modo, el argumento de El llanto del cuco. Es lo que sucede cuando Aarón, de cuatro años, sale de su casa, entra en el ascensor y nunca llega al rellano donde lo está esperando su padre. Es el momento de desconcierto, temor y desesperación. Pero también es todo lo que desencadena, lo que provoca y en lo que te convierte esta pesadilla cuatro años después.

IMPORTAN LOS PERSONAJES; NO LA INVESTIGACIÓN

Viendo de qué va el libro, podríamos pensar que la novela girará en torno a la investigación, a qué le pasó al niño, a descubrir el clásico «whodunit». Pero no, amigos; ¡craso error! Porque en este libro hay muchos culpables, muchas heridas abiertas, muchas grietas y muchas vidas.

Claro que sabremos (¡oh, spoiler!) qué le pasó al pequeño Aarón. Pero, sinceramente, al final esto se convertirá en un hecho casi secundario. Como en una especie de hilo conductor; la cuerda floja por la que andas haciendo mil malabares intentando no caer en el abismo y poder llegar a algún punto en el que te encuentres «lo más a salvo posible».

¿A salvo de qué? De los miedos, de la culpa, de los recuerdos, de las decisiones tomadas, de las pérdidas, de las pesadillas, de la familia…

¡Ay, la familia…!

SÍNDROMES Y TOXICIDAD

En la contracubierta leemos lo siguiente: «El llanto del cuco es una novela de terror con corazón de thriller […]». Y creo que esto puede llevar a confusión. Más que nada porque la mayoría de veces vinculamos el pavor con lo paranormal, con el asesino serial despiadado (tipo slasher), con monstruos venidos del inframundo. Y este no es el caso.

Aquí lo que asusta es el realismo. Porque todo lo que pasa, todo lo que se describe, existe y puede ser; puede ocurrir y… ocurre.

Esta «nuestra» sociedad no deja de ser una colección de trastornos, cada cual más dispar pero a la vez homogéneos, que desemboca en una telaraña de relaciones tóxicas que te aprisionan, te asfixian y te aíslan.

Y es que, sin saberlo, lo más probable es que todos vivamos en las celdas de una colmena donde, por más que lo creamos, nunca conoceremos del todo al que vive a nuestra vera.

Marta Cañigueral Ayllón

Título original: El llanto del cuco
Autor: Iván Ledesma
Editorial: Dolmen Editorial – Colección Stoker
Páginas: 255
Fecha de publicación: septiembre 2025

A puerta cerrada – J.D. Barker